4 historias legendarias que puedes leer en las constelaciones 


  1.  andròmeda, la doncella encadenada 

Según escribe Susanna Hislop, en diciembre puede verse a Andrómeda, sobre las ocho de la noche, siendo acechada por Ceto, un enloquecido monstruo de los océanos con forma de pez dragón, serpiente marina o enorme ballena, tratando de abalanzarse sobre ella. Parece querer saltar sobre la eclíptica, y solo se interponen los peces gemelos de Piscis.

El sacrificio de la doncella

Andrómeda, una doncella encadenada a las rocas de Jope (también conocida como Jaffa, ahora parte de Tel-Aviv), lleva en su nombre la palabra medha, que en sánscrito designaba tanto el animal para el sacrificio ritual como a la víctima.
Parece ser que Andrómeda gritó hacia la mar y que llamó la atención de los pequeños y brillantes ojos de Perseo. De forma que este caballero fue a rescatar a una desnuda Andrómeda a lomos de un enorme caballo blanco. Los astrónomos árabes, sin embargo, no parecieron disfrutar de este cuento, porque transformaron a Andrómeda en una foca pequeña y regordeta.
Quizás quisieron olvidar que la pobre Andrómeda fue encadenada por un colérico Poseidón, como castigo a la arrogancia de su madre, Casiopea, una reina etíope tan obsesionada con su belleza que se consideraba más hermosa que las Nereidas, las ninfas del mar.

2. orion, el cazador estelado 

En el hombro derecho brilla Betelgeuse, una supergigante roja que le dio su nombre a la película «Beetlejuice», de Tim Burton. La más luminosa es la llamada «estrella brillante del pie izquierdo», como la llamó Ptlomoeo, y que los árabes llamaron rijil (pie) y que hoy conocemos como Rigel, una supergigante blanco-azulada cuyo diámetro es 73 veces mayor al del Sol.
Parece ser que este cazador estelado desciende del gran héroe sumerio Uru An-na (luz del cielo), quien se enfrentó a Gud an-na (el toro del cielo), y a quien hoy conocemos como Gilgamesh (el equivalente sumerio de Hércules). Por eso Orión es representado como un hombre vestido con piel de león y blandiendo un garrote contra Taurus, una constelación situada por encima de él, a su derecha.

3. la osa mayor 

Esta constelación también se conoce como «la Sartén» (en Holanda), «el Arado» (en Inglaterra), «el Carro» (en España) y «el Gran Cazo», (en Estados Unidos). Pero, volvamos a la osa. ¿Por qué acabaría uno de estos animales en el cielo?

La culpa la tiene Zeus, el rey de los dioses del Olimpo y su dispersa vida, tal como narra Susanna Hislop en «Atlas de las Constelaciones». Este dios tenía una esposa, que también era su hermana, y que se llamaba Hera. También tenía una hija ilegítima de nombre Artemisa, que era la diosa de la caza, de los leones, de los ciervos y de todo lo salvaje.
Esta recorría la naturaleza armada con su arco y sus flechas, seguida de un leal y casto grupo de ninfas vírgenes, entre las que estaba Calisto. Parece ser que un día, un taimado Zeus se acercó a Calisto disfrazado de Artemisa, que trataba de convertir una rama en una flecha, y le arrebató en un instante su castidad y su inocencia.
Después de este encuentro, Calisto tuvo un hijo, de nombre Árcade, quien fue criado por su abuelo, Licaón, un rey cruel y arrogante. Pero, cuando la celosa esposa de Zeus, Hera, se enteró de lo ocurrido, hizo que un espeso pelaje castaño brotara de la fina piel de la hermosa Calisto. También dobló su columna y sus extremidades hasta transformarla en una osa.
Y quiso el destino, o quizás fue otra travesura de Zeus, que un cazador, de nombre Árcade, se encontrara con la osa en mitad del bosque, sin saber que era su madre. Árcade tensó el arco, mientras la osa parecía querer comunicarse con él. Pero algo ocurrió antes de que pudiera soltar la cuerda.


4. sagitario, el corazón oscuro

La constelación hace referencia a una criatura silvestre y a un seguidor de Pan, desde los tiempos de los sumerios. Para algunos, Sagitario era un fauno (una criatura mitad hombre mitad cabra con rostro humano) armado con un arco, aunque también se identificó con un centauro. Hoy se le puede ver apuntando una flecha hacia su derecha, donde se encuentra una desafiante constelación de Escorpión.
Para los griegos, en esta constelación se encontraba Croto, un sátiro que inventó el tiro con arco y el aplauso. Croto era hijo de Eufema y esta era nodriza de las nueve musas (Clío, Talía, Erato, Euterpe, Polimnia, Clíope, Terpsícore, Melpómene y Urania).
Parece ser que las musas cantaban y Croto se sentaba a escucharlas, embelesado. Por ello, este se acostumbró a golpear sus manos cuando finalizaban las musas, produciendo un sonido que hoy interpreteamos como un aplauso. A la muerte de Croto, unas agradecidas musas le pidieron a Zeus que lo colocara en las estrellas. Incluso llevó allí su corona, que se le solía caer cuando jugaba, y que quedó a los pies del arquero o Sagitario y que hoy se conoce como Corona Austral.


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